Un día memorable (IMPAC 4)

Isla Damas, La Higuera. Imagen de Patricio Novoa Q.

Sábado 02 de septiembre de 2017. Desde muy temprano el sello de un día nublado parecía acentuar el encanto de Isla Damas. La suave brisa impregnada de aromas primaverales, en perfecta sintonía con la toponimia del lugar invadía los sentidos como si se tratara del perfume de una fémina invisible, omnipresente en toda la faz de ese envolvente pedazo de territorio insular, que forma parte de la Reserva Nacional Pingüino de Humboldt, custodiada por Conaf.

El día anterior un grupo de Guardaparques de distintas unidades de la Región de Coquimbo, habíamos navegado desde Punta de Choros ubicado en tierra firme, con el propósito de apoyar en terreno las actividades del IMPAC 4; nada menos que el Cuarto Congreso Mundial de Áreas Marinas Protegidas.

Este grupo de apoyo cuyo denominador común era su profundo compromiso con la conservación ambiental, estaba conformado por: Pablo Arróspide, Administrador de la Reserva Nacional Pingüino de Humboldt, Cristian Céspedes, Javier Guamán y Paulina Correa, Guardaparques de la misma unidad. Rosa Aguilera, Carlos Sepúlveda y Fresia Vergara, Asistentes, además de Marcelo Silva, Guardaparque del Parque Nacional Bosque Fray Jorge y Mario Ortíz, administrador de la Reserva Nacional Las Chinchillas.

Navegábamos sobre olas inquietas, agitadas por un viento temperamental que durante todo el trayecto nos hacía saber lo pequeños que éramos frente a la grandiosidad de la naturaleza. Mientras buscaba algún atisbo de presencia de delfines entre olas lejanas, un escueto anuncio de Paulina Correa volcó mi atención hacia las aguas cercanas a la embarcación… “Yuncos”…anunció a viva voz.

Al fijar la vista a poca distancia de la borda del bote, un grupo de pequeños petreles zambullidores que sorteaban las olas con sorprendente habilidad, se revelaban a la vista como indiscutible símbolo de sobrevivencia. El Yunco es un pequeño petrel buceador que se encuentra al borde de la extinción y que ha logrado permanecer en uno de los baluartes de la Reserva Nacional, la montañosa Isla Choros.

Aunque nos parezca increíble, el pequeño yunco de algo más de veinte centímetros de longitud cráneo caudal, pertenece a un linaje de grandes aves consagradas en vuelos oceánicos, pertenecientes al orden de los Procelariformes. Sin embargo este pequeño petrel se ha especializado en inimaginables proezas de buceo submarino, alcanzando inmersiones superiores a los cincuenta metros de profundidad.

Los Yuncos después de maniobrar bajo grandes masas de agua, capturando invertebrados y pequeños peces, paradojalmente en sus horas de descanso duermen al amparo de sus madrigueras bajo tierra, ubicadas en Isla Choros. Indudablemente las sorpresivas imágenes de tan fortuito encuentro con este pequeño petrel, quedaran grabadas en el recuerdo de esa inolvidable travesía.

Al día siguiente coronando la mañana, un grupo de delfines navegó muy cerca de los roqueríos costeros cercanos a la casa que nos albergaba. Sus formas ondulantes aparecían y desaparecían a flor de agua, como si obedecieran a una inalterable carta de navegación. Durante un breve lapso de tiempo el ascenso y descenso de sus aletas dorsales, se replicó en las retinas transformando a nuestros ojos en una mágica ventana entre dos mundos paralelos.

Por su parte el mundo terrestre de la isla, nos sorprendía con la diversidad de sus matices; infinidad de pequeñas plantas que habitualmente pasan inadvertidas, se hacían notar mostrando sus hermosas flores. La artística simetría reproductiva, salpicaba de colores la alfombra vegetal que cubría los suaves relieves de la isla.

El hermoso manto floral parecía coludirse con el atributo genérico otorgado a la isla, exhibiendo en muchas de sus flores el diseño de un símbolo femenino ancestral, el pentáculo representado en los cinco pétalos de Nolanas, Fagonias, Oxalis y Cistanthes. Una vez instalado en el puesto de trabajo que me habían asignado, la estación número uno del sendero interpretativo que trata sobre la flora terrestre de la reserva nacional, comencé a preparar mi ánimo para responder las preguntas que probablemente me formularían los participantes del congreso, que muy pronto llegarían desde tierra firme.

Mientras observaba el corredor oceánico existente entre las islas y el continente, en busca del primer contacto visual con las embarcaciones que trasladarían a los invitados, una inevitable reflexión se adueñó de mis pensamientos… “Mar milagroso, aguas de surgencias marinas, que bendita y frágil joya de nuestro patrimonio natural, hogar de Yuncos y Pingüinos, refugio de ballenas y delfines… que tremendo privilegio tenerte pero que enorme desafío protegerte”.

Una imperiosa pregunta se formulaba en mi mente una y otra vez… ¿Seremos capaces como país y como sociedad de conservar este valioso enclave natural? ¿Podrá nuestra institucionalidad ambiental impedir impactos de acciones industriales, que indudablemente afectarían la frágil dinámica de las surgencias marinas, que son la base de tanta abundancia de vida? Estas corrientes marinas ascendentes se originan gracias a la delicada conjugación de múltiples factores ambientales, que se dan cita en este rincón de nuestra costa en beneficio de la fecundidad y la biodiversidad.

La fuerza del viento sobre la superficie del mar, las características de la costa local y los rasgos del fondo marino se coluden con sutiles rangos de temperatura y densidad del agua para que los insumos de la vida emerjan desde las profundidades, elevando las concentraciones de carbono orgánico y fosfato.

Sin duda el frágil equilibrio entre los factores de temperatura y densidad del agua, no dan lugar a concentraciones de grandes embarcaciones contaminantes circulando sobre este mar tan singular (en el caso de concretarse ciertos proyectos portuarios). Del mismo modo la brutal inyección de aguas de desecho provenientes de la minería, con temperaturas inevitablemente diferentes, se constituirían en una lápida definitiva para este irreemplazable paraíso marino.

Gracias al efecto de las surgencias, estas aguas presentan una alta producción de fitoplancton el que se refleja en los elevados niveles de clorofila que suelen llegar hasta 0.7 milígramos por metro cúbico de agua, en contraste con rangos inferiores a 0.3 milígramos en mares sin surgencias. De igual manera, el fosfato que normalmente presenta concentraciones de 0.2 milígramos por litro de agua, en este mar fecundo puede llegar hasta 2.0 milígramos por litro de agua. Lo anterior multiplica la existencia de zooplancton y en consecuencia, detona una prodigiosa explosión de vida natural.

Mientras analizaba estas cifras en mi ir y venir casi reflejo, casualmente uno de mis pies pasó a llevar una pequeña piedra, moviéndola de su posición original hasta el extremo de darla vuelta por completo.

En ese momento un inesperado hallazgo abrió una nueva ventana hacia otro aspecto de la vida natural de la isla. Un pequeño escorpión quedó al descubierto capturando toda mi atención. Mi primera reacción fue sacarme el quepí que cubría mi cabeza y presentarle mis respetos, mientras que este singular octópodo enroscaba instintivamente su cola y levantaba sus quelíceros, advirtiéndome que mantuviera distancia.

A partir de ese momento, una nueva dimensión de la vida prehistórica del lugar, se desplegó ante mí. La imagen de este diminuto alacrán se constituyó en un símbolo inmejorable de lo frágil y lo eterno. Su linaje del género Brachistosternus, según registros paleontológicos, está presente en la isla desde la era terciaria; por tal motivo su presencia es un claro mensaje de que no podemos ni debemos, barrer de una plumada lo que ya estaba aquí mucho antes que nosotros.

Esta singular especie conocida como el escorpión de Cepeda, tiene la particularidad de que, bajo ciertas condiciones, su exoesqueleto es fosforescente durante la noche. Además presenta adaptaciones que le permiten vivir exclusivamente en sustratos arenosos; es endémico de la costa del norte de la Región de Coquimbo y del sur de la región de Atacama. Además por la fragilidad de su hábitat y su reducida distribución, es el primer escorpión chileno clasificado en categoría de peligro.

La llegada de los congresistas de distintas nacionalidades, vino acompañada de numerosas preguntas que condujeron la interacción verbal, por distintas áreas de la temática ambiental de la isla; diversidad florística, taxonomía, respuestas adaptativas de las especies, estrategias de conservación, en fin, todos los temas muy atingentes a las amenazas que acechan a este invaluable patrimonio ambiental.

Al finalizar la jornada caminé por el sendero de retorno con la gratificante sensación de una misión cumplida. Simultáneamente a un costado del camino, sobre la inmutable rigidez de una roca ubicada en el borde del mar, una pareja de churretes costeros realizaba un grácil y plumífero baile de corazones. Esta sensual coreografía llegó hasta mí como un tranquilizador mensaje… “Estamos bien, continúen protegiéndonos”…parecían decirme.

Pero el broche de oro de este cometido llegó al final del día con el reencuentro entre compañeros de trabajo; todos habíamos aportado un grano de arena en este importante evento y eso se respiraba en el aire. Cada uno de los presentes a su manera, había contribuido a la difusión internacional de este pedazo de territorio tan singular y en consecuencia a la necesaria conservación de la isla y su entorno.

Para finalizar más allá del sublime y enriquecedor encuentro con la belleza y perfección de la naturaleza, quiero poner énfasis en un elemento que resulta indivisible en todo esfuerzo de conservación de nuestro patrimonio natural, el factor humano, un ingrediente que una vez más estuvo presente en un día memorable.

Mario Ortiz Lafferte 
Técnico Agrícola, Naturalista y Guardaparque de CONAF.

Imagen principal: Reserva Nacional Pingüino de Humboldt / Isla Damas. Autor Patricio Novoa Quezada CC BY-NC 2.0
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Escrito por Lucía Escobar Meza

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