La última ruta que recorrió el famoso Longino fue por la costa y allí dejó en la memoria de los viajeros una verdadera ruta gastronómica, que fue posible por el viaje lento y pausado del tren.
Quienes partían de La Calera a las 9:30 llegaban a las 12:30 a Pichidangui, a tiempo para el almuerzo de Cazuela de Gallina, aunque muchos acusan, era de Tiuque.
Una hora después los pasajeros juntaban apetito, para no perderse el enjundioso Pastel de Jaiba de Los Vilos.
Luego el tren olvidaba el mar y se internaba en el valle del Pupío. Al llegar Cavilolén, un intenso olor a albahaca despertaba a los pasajeros de su siesta: era el turno del Pastel de Choclo.
Si su destino era Illapel, llegarían de noche y muy tarde, pero satisfechos.
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